cocina
- entrevosyelcaos
- Nov 19, 2024
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Chilecito, 22 de noviembre de 2019
A la cocina, mejor dicho, a sus miembros:
Estoy transitando actualmente por los últimos días en los cuales, a eso de las doce, doce y veinte, bajo por las escaleras para dirigirme al comedor. Ahí se encuentran ustedes. Trabajando para brindarnos a nosotros el mejor servicio. En mi caso, el mejor servicio no tiene nada que ver con su trabajo. Sino más bien con los momentos previos y posteriores.
Me explico mejor.
Es innegable el hecho de que la comida preparada en casa lleva una dosis de algo especial que la vuelve única. Algunos dicen que es la dedicación con la que esta es preparada. Es por eso que muchos de los alumnos, creo yo, se quejan de que a la comida que ustedes preparan les falta algo. Bueno. En realidad lo veo como una excusa de ellos para no admitir que en realidad lo que les pasa es que están poco acostumbrados al no poder elegir que comer y cómo hacerlo.
Con contarles esto aún no llego al punto al que quiero llegar, no les dije absolutamente nada que no les hayan dicho antes o que ustedes mismos hayan concluido hace ya mucho tiempo.
Lo nuevo creo que viene al decirles que lo que menos importaba en todos los días que fui (sobre todo en este último año) al comedor era la comida per se. Y no porque no me gustase comer, siempre fui y seré fanático de la misma, sino porque ustedes con todo lo que nos aportaban diariamente lograban que, lo que les da el nombre por el cual los conocemos, sea ínfimo en comparación a los que nos brindan y, en lo personal, me brindaron.
A ustedes, que nos trataron del mejor modo posible cada vez que ingresaba, que hablaban conmigo y que en la medida que les era permitido nos ayudaron con lo que necesitábamos. A ustedes que no me retaron y se reían conmigo a pesar de que casi hecho a perder una máquina con la que ustedes trabajaban.
A todos ustedes decirles gracias.
Muchas y muchas gracias. De todo corazón.
Gracias por lograr que mi secundaria fuera un momento de puro y exclusivo disfrute. En particular desde que ingresaba por esa puerta blanca (a veces antes que todo el resto) hasta que salía por la misma con una fruta en la mano mientras otras decenas de bandejas entraban y salían constantemente.
Y aunque ya no lo podré hacer nunca más a ese trayecto, no me lo olvidaré nunca. Como nunca me olvidaré de todos ustedes.
Espero que la vida y la cocina nos cruce a charlar unos minutos en algún momento, así el despedirme con un hasta luego en mi último ingreso al comedor tenga ese aire a promesa y no a despedida.
De nuevo, gracias.
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