Donatello 1
- entrevosyelcaos
- Feb 15
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Amada,
A ti, quien en mi corazón habita más que la propia sangre que lo anima, dedico estas líneas trazadas con torpe mano, más guiadas por el fervor de un espíritu enardecido por tu memoria. No hay rincón en esta vasta tierra que pueda ofrecer sosiego a un alma que arde por la ausencia de tu luminosa presencia.
Desde la primera ocasión en que mis ojos contemplaron tu figura, vestida de gracia y virtud, comprendí que los céfiros que me habían guiado hasta aquel instante solo habían cumplido su deber divino. Tu rostro, reflejo del celestial esplendor, es para mí como el sol naciente que disipa las sombras de la noche: un faro de consuelo en este mundo de tribulaciones.
¡Cómo he de vivir, querida mía, cuando mis días son un yermo si no están colmados de tu dulce voz! Cada palabra que pronuncias se torna música, cada gesto tuyo, una danza que embelesa. Me pregunto si los ángeles, celosos de tu belleza, te dejaron descender a este valle de lágrimas para mostrarnos que el cielo puede vislumbrarse en la tierra.
Sólo tu virtud me inspira a buscar la nobleza del alma y a caminar con más firmeza hacia el Altísimo. En mi corazón, he jurado proteger tu nombre como caballero resguarda su estandarte, y si el deber o la desgracia me apartaran de ti, que sea mi último aliento un susurro de tu nombre.
Ruega, mi adorada Valeria, al Altísimo por este siervo tuyo, que en su debilidad no haya otra fuerza que el amor que a ti profesa. Que nuestras almas se encuentren, si no en esta vida, en los jardines eternos del cielo, donde no habrá cadenas que nos separen ni tiempos que nos angustien.
Tu devoto y humillado,
Sir Aldemir
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