Flaco

¿Quién te va a querer tanto como yo?

Hablamos todas las madrugadas desde que regresaste, y aunque debería haberte recibido con calma, lo único que encontré dentro de mí fue un caos disfrazado de serenidad. Tu vuelta a mi vida removió todo lo que creí enterrado. He tenido que poner en orden mis pensamientos, mis sentimientos, pero no puedo mentir: mi corazón es ahora una tormenta.

No puedo dejar de pensar en vos, en mí, en nosotros. En todo lo que fuimos y lo que nunca pudimos ser. Apareciste casi como un truco del destino, alguien, en alguna parte, decidió ponerte de nuevo en mi camino. Yo no te busqué, ni siquiera estaba segura de querer encontrarte otra vez. Pero acá estás, y con vos volvieron también todas esas emociones que creí haber dejado atrás.

Llueve dentro de mí, y no cesa. Me hablas de ella, de cómo no te hizo sentir amado al inicio y tuviste que adaptarte a estas sobras del amor, de cómo encontraste con ella algo que conmigo no pudiste. Te escucho, y aunque debería sentirme feliz por vos, hay un nudo que me aprieta el pecho. Yo también te amé, te amé tanto que dolía. Pero nuestro amor… nuestro amor fue hermoso en su imperfección. Nunca nos lastimamos, nunca soñamos ser diferentes de lo que éramos. Éramos nosotros, completos, auténticos. Juntos. Solo vos y yo. Siempre.

Sin embargo, tuvimos que irnos. Yo era demasiado joven, y vos ya parecías tan adulto, aunque la diferencia de años fuese mínima. Te miraba y veía un futuro que me asustaba, un amor que no sabía cómo sostener. Ahora pienso en el día en que rompí tu corazón, y esa culpa todavía me persigue. Perdóname por no haber sido más valiente. Por no haber encontrado la manera de quedarme. Hice lo mejor que pude, pero lo mejor no alcanzó. Tuve que romper tu corazón porque me odiaba y no me sentía merecedora del amor que te tengo, y que te tenia en ese entonces.

A veces pienso que lo que sos ahora tiene algo de mi culpa. Que si yo hubiese sido suficiente, vos no habrías cambiado así, no te habrías endurecido. Yo te fallé. Y sin embargo, te amo. Siempre te amé, y siempre lo haré. Hasta el último de mis latidos. Me pregunto si todavía lo sabrás. Si recordás nuestras conversaciones en esas noches infinitas, cuando el mundo parecía detenerse para dejarnos existir solo a nosotros dos. Extraño la constelación de pecas sobre tu nariz, la forma en la que solo vos supiste quererme. Nunca dudé de tu amor, ni por un segundo. Pero yo no podía con vos, porque ni siquiera podía conmigo misma.

Hoy, estás con ella. Y yo, con alguien más. Caminamos por senderos distintos, pero a veces siento que nuestros pasos todavía se cruzan en el silencio de mis pensamientos. Te deseo lo mejor, aunque sé que lo mejor ya no soy yo.

Te amo. Te amo como se ama lo que ya no puede tenerse, como se ama un recuerdo que quema y reconforta al mismo tiempo. Y sigo buscando la canción que me dedicaste hace casi diez años atrás. Porque, de alguna forma, siento que en ella todavía existimos.

Para siempre tuya, yo.